Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción

Saludo

Fundador de HFIC







Perfil de Nuestro Padre Fundador
Fray José del Refugio Morales Córdoba
(OFM)



El Padre Refugio fue uno de los humildes, y a la vez esclarecidos varones que el Señor escogió en México, en el siglo XIX, para proporcionar auxilios y socorros urgentes a su pueblo.

Dios, que vela siempre sobre su Iglesia, suscitó a este ferviente religioso que ideó  una nueva forma de vida consagrada, tal, que sin contravernir abiertamente las tiránicas leyes civiles, pudiera venir en auxilio de las múltiples e imágenes necesidades sociales y religiosas del País.
En sus últimos días, cercanos ya el día de abrirse a la luz inextinguible de la eternidad, y con cuánto gusto repetía el Padre Refugio aquella hermosas expresiones con que antes y ahora exhortaba también a las depositarias de sus anhelos!

“Alcanzadme la gracia de saber emplear y estimar el don precioso del tiempo, que, tejido de virtudes, gracias de saber emplear  y estimar  el don precioso del tiempo, que, tejido de virtudes, gracias y méritos sea como el premio de esa feliz eternidad, en la que cantamos las misericordias de Dios, en la que al son de nuestras arpas, saltaremos de gozo y alegría, y en la que hechizados de la belleza de Jesús y María, bendeciremos el día en que nos agregamos al Instituto de las Hijas del Corazón de María, en cuyo maternal seno depositamos hoy nuestros años, nuestros días y toda nuestra vida, para que siendo Ella la depositaria de este don de Dios, sea El miso nuestra recompensa. Así sea.”




COMO HOMBRE

            Los sentimientos muy humanos y la actitud muy comprensiva que se manifestaba en los actos todos de la vida de nuestro Padre José Refugio, se debe a su formación franciscana, y al ambiente de persecución religiosa de México.

            Los que se han empapado del genuino espíritu de Francisco llegan a tomar en vida una doble actitud de comprensión caritativa, en todo para el ser humano, y austeridad rigurosa en todo para consigo mismo.

            Nuestro Seráfico Padre San Francisco, es el maestro de esta actitud tan evangélica. Nuestro Padre Refugito había profesado la estrecha observancia, del Colegio Apostólico de Pachuca, era feliz en la observancia de la misma; por lo mismo, como hombre fue formidable caballero de una conducta intachable que se preocupaba de las cosas a su cuidado prefiriendo la calidad a la cantidad, humano, vigilante, cuidadoso, detallista, minucioso, ordenado, escrupuloso, delicado, fino, observador, alegre, pacífico, trabajador, amante del diálogo, social, generoso, inofensivo, tanto en su conversación privada, como cuando dirigía sus pláticas, optimista, experto, respetuoso, cariñoso, ya que cuando nombraba a la comunidad les llamaba: “gozo mío, corona mía, pequeño cielo, jardín de cándidas azucenas”; psicólogo, sabía catalogar los valores humanos y no se mostraba exigente en detalles, era justo, piadoso, fervoroso, caritativo, con  grande espíritu de fe, sabía aceptar la voluntad de Dios con alegría, era comprensivo, ya que recomendaba a sus hijas espirituales porque lo juzgaba necesario, el descanso y las recreaciones inocentes con un fin santo y virtuoso, después de haber cumplido con todas nuestras obligaciones. No se inmiscuía en señalar, como tenían que pasar estar recreaciones, las dejaba a su juicio y prudencia, sólo les recomendaba llevar el corazón lleno de amor al prójimo, de espíritu firme, delicado y cultivado, que infundía ánimo y confianza en los corazones. Ya que conocía el corazón humano.

            Tiene la costumbre de intercalar en sus conversaciones, sobre todo cuando va a referir algo, “contando con el permiso de vosotras”. Es de notar su espíritu cultivado. Era reservado pues tan sólo a Dios acostumbraba confiar sus alegrías, penas y luchas, en fin, un hombre equilibrado.





COMO SACERDOTE

            Fue pastor auténtico, fiel a la Ley Divina, humilde, fervoroso, de oración, trataba de llegar al amor perfecto de Dios y del prójimo, se consideraba servidor de todos para hacer el bien a los hombres, lo cual lo consiguió en el confesionario y en el púlpito; era profundo conocedor y maravilloso expositor de la Sagrada Escritura, sobre todo del Nuevo Testamento, tenía un basto conocimiento de la palabra del Señor, pero sentía una predilección por las parábolas y relatos en los que Nuestro Señor Jesucristo, que comprende la naturaleza humana y frágil del hombre; Magdalena a quien perdona; Pedro a quien dirige una mirada comprensiva y misericordiosa; la multitud hambrienta, etc.

            Tenía un conocimiento de teología, autores como San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio, San Juan Crisóstomo, santo Tomás de Aquino y San Pedro Crisólogo.

            En sus sermones no era cansado ni aburrido, sabe mantener vivo el interés tratando de que asimile el público que le escucha. Se cuida mucho de no ofender a nadie tanto en su conversación privada, como cuando dirigía sus pláticas como ministro del Señor.

            Estaba lejos de ahuyentar a los pecadores cuando acudían a él. Su experiencia como confesor y director de las religiosas, a las que les decía que no solamente eran posibles las faltas en el estado de perfección, sino hasta frecuentes. Las animaba con las siguientes palabras: “Si una mano omnipotente no nos abriera las puertas de la esperanza y del perdón en los momentos del naufragio, nos arrojaríamos en el camino de la perdición; pero Dios nuestro Señor compadecido de nuestra miseria nos ha provisto de medios fáciles y eficaces que nos restituyen la paz y la tranquilidad”.

            No era el predicador florido que buscaba de endulzar o recrear los oídos de sus oyentes, sino que trataba de despertar una paz y tranquilidad que no deben ser alteradas por las tentaciones.

            Pedía a Dios que le concediera cumplimiento exacto de su ministerio, el celo de la gloria de Dios y la salvación de las almas. Estos eran los móviles del alma sacerdotal de nuestro Padre Refugito.

            El día de su ordenación, hizo voto a Dios de ser todo de  Jesucristo, ya que era de temperamento apasionado y de índole contemplativa dinámica, sabiendo conjugar la contemplación con la acción, ya que su ideal era ser imagen perfecta de Jesucristo.


NUESTRO PADRE REFUGITO COMO RELIGIOSO FRANCISCANO

            Era dócil, austero, se esforzó por alcanzar la perfección sacerdotal y religiosa, riguroso consigo mismo y compasivo con los demás,  hijo fiel y exacto cumplidor de la estrecha observancia del Colegio Apostólico de Pachuca, tenía cierta emulación por ser más austero, sin despreciar a los no observantes, exigente en lo substancial de la vida consagrada siendo pobre y ordenado, sin fijarse en detalles, sino más bien generoso, era puro de alma, requisito elemental para conseguir la perfecta caridad por lo cual se confesaba dos veces por semana como lo hacían en el Colegio Apostólico. Magnífica formación franciscana empapada del genuino espíritu de San Francisco; se interesaba por el bien de los demás sin dejar de reconocer el trabajo de sus hermanos.

            Era admirable su espíritu de sumisión a sus superiores, siempre con espíritu de fe, viendo en ellos la misma autoridad que la de nuestro Seráfico Padre, y además, trata de descubrir en todas las cosas y circunstancias de la vida la voluntad del Señor.

            Era religioso fervoroso, penitente, cumpliendo con los ayunos, abstinencias, disciplinas y todo lo que prescribía la Regla de los Colegios Apostólicos. Siendo sus principales devociones: la Santísima Virgen, señor San José, San Miguel Arcángel y santa Gertrudis.

            Era alegre, amante de la paz entre los religiosos y eclesiásticos, tratando de llenar su vida de una auténtica vida franciscana; confiando a sólo Dios sus alegrías, sus penas, sus luchas y noches obscuras sin consuelo; amante de la bendición seráfica.

            Entre los muchos carismas que Dios le dio resalta el de fundador.  Estableció en su parroquia la Tercera Orden Franciscana, la archicofradía del cordón, la asociación de las Hijas de María, el establecimiento de la Tercera Orden Servita, la Sociedad Católica de varones y sobre todo fundó nuestra Congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción.

NUESTRO PADRE FRAY REFUGIO MORALES COMO MAESTRO DE ESPÍRITU Y FUNDADOR




            Consciente de la obligación que había tomado, volvió a reunir en un cenáculo franciscano a sus primeras franciscanas, apartándolas del mundo, trata de encauzarlas y enseñarles algo nuevo, les entrega un reglamento y las invita a cumplirlo. Les enseña que la consagración, una vez emitida, hay que practicarla; este reglamento señalaba las reglas para emplear y santificar los días, las semanas, los instantes.

            La finalidad que tuvo nuestro padre al fundarnos fue:
     1º. Que fuera un instituto de perfección.
            2º. Inspirado por el Señor, “prepararse para cultivar la viña del Señor destrozada” por las leyes de Reforma.

            El espíritu franciscano que invita a toda criatura a la alegría, al gozo, porque grande es el amor con que Dios ha amado a todos los seres, pero en especial al hombre, tiene su expresión más significativa la noche de la Navidad que conmemora la manifestación histórica del amor de Dios al hombre. Consciente de esta maravilla nuestro Padre Refugito predica a sus hijas desbordante de alegría y las invita a alegrarse en el Señor, reconociendo todos los estados posibles de las almas religiosas, las invita a acercarse a la cueva de Belén, tanto a las inocentes como a las pecadoras, a las tibias como a las tentadas, a las tristes como a las turbadas,  a alegrarse, que es la única manera franciscana de celebrar la Navidad.

            Era vigilante, invitaba a sus hijas a no buscar el consuelo en las personas, sino únicamente en Dios.

            Conocedor de todas las trampas del demonio, les enseñaba que se dedicaran al servicio de Dios, que se prepararan para la prueba. Aconsejaba que cuando sean tentadas recuerden que, aunque Cristo está dormido en la barca, está con ellas, y para salir de la tentación les recomendaba una sincera confianza en Dios, porque El mismo ha prometido tener protección de aquellos que ponen en El toda su esperanza.

            Les pedía la correspondencia al llamamiento de Dios, ya que la gracia de Dios tiene sus principios, progresos y término. Les recomendaba el buen ejemplo de unas para con otras y paso a paso dirigía a sus hijas por el camino de la perfección.

            Convencido,  cree necesario que para hacer oración hay necesidad de un método, el cual creemos que sí se los enseñó a sus primeras hijas. Les aconsejaba la práctica de varias virtudes entre las que se destacan la caridad, la práctica de obras de misericordia tanto espirituales como corporales, y que cuando tuvieran ira, la apagaran con el agua de la paciencia;  la caridad la comparaba con el sol que da luz, vida y calor a la naturaleza. Que la caridad ocupará su lugar cuando nuestro corazón esté vacío de nosotras mismas, del amor a las comodidades, de las propias satisfacciones y nuestras propias ventajas. La caridad hace nacer en nosotras la santidad, con ella crece, llega a ser grande, perfecta, hasta tener su culminación en la gloria. La caridad levanta nuestra voluntad a amar a Dios sobre todas las cosas, por sí mismo y por el mérito que tiene de ser amando, toda la esencia de la caridad se halla en estas palabras, no puede tener otro objeto que el mismo Dios: “Es propio del amor el convertir el amante en la persona amada, de manera que venga a ser ésta, por el afecto, cual aquella en el efecto”. La caridad es una verdadera amistad con Dios porque el amor mutuo que es indispensablemente un requisito para la verdadera amistad se halla en la caridad, pues quien la posee ama a Dios y es amado del mismo Dios.

            La amistad entre Dios y el alma, fundado en la caridad, se comienza en la vida presente para continuarla en la otra con perfección, con razón esta amistad es el objeto de nuestros desvelos.

            Referente a la humildad, les aconsejaba sufrir en silencio las reprensiones, que pusieran su confianza sincera después de Dios, en los siguientes grados de humildad:
1º. Tenerse en poco.
2º. Sufrir con paciencia cuando nos humillen.
3º. Sufrir con amor las humillaciones y desearlas.


SOBRE LA CONFESION

            La consideraba como un medio eficaz para conseguir el espíritu de Jesucristo y para llegar a la perfección cristiana, que es a lo único que debemos aspirar; lo aconsejaba también para llegar a la perfecta caridad.

 INSTRUCCIÓN

            Sobre el buen uso del tiempo les decía: No consiste en tener ocupados todos los instantes, sino en emplearlos bien según la voluntad de Dios. Una vida ordenada, es la raíz de la alegría y de la igualdad de carácter que en nada se altera,  a las que llevan vida ordenada nunca les estorba nada y tienen programado su trabajo para todo el día, dando preferencia a los ejercicios de piedad.

            Conocedor de la vida religiosa, decía a sus hijas “aprovechen el tiempo y cuídense de la vanagloria que no abandona ni al superior ni al súbdito, ni el tibio ni al fervoroso, deja de comer con los que ayunan y se satisface con los que comen. Si guardamos silencio se descubre en nuestro semblante triste, si hablamos se manifiesta en nuestras palabras”, por eso les recomienda el examen detallado y cuidadoso.

            Era amante de la teoría y práctica de la ley; contra las imperfecciones voluntarias se mostraba severo, intransigente, intolerante. El sabía cuál era el lugar que le correspondía.

            Referente a la superiora dice que debe ser como el obispo o pastor, a ejemplo de Jesús, debe buscar las ovejas descarriadas para curarlas de las heridas, mezclando el bálsamo de la mansedumbre con la fortaleza de la corrección. Conocedor de las cualidades del corazón femenino dice que cuando está metida en la fragua del amor divino es insaciable en el amor, fuerte en el padecer y resuelta en el sufrir, por esto aconsejaba que en el amor de Dios practicaran los grados de este amor que son los siguientes:

            1º. Morir antes de cometer un pecado mortal.
            2º. Morir antes de cometer un pecado venial.
            3º. Morir antes de cometer una imperfección.
           
            Sobre la castidad decía: “El Espíritu Santo nos exhorta para que guardemos con todo cuidado nuestros corazones porque de él procede la  vida. Vela sobre tus sentidos y potencias, sobre tus inclinaciones y deseos, porque son los medios ordinarios de que se sirven nuestros enemigos para privarnos de la vida del alma”.
            Sobre la obediencia les afirma que Dios se anonadó hasta tomar la forma de siervo, padeció por amor del hombre y murió por ese mismo amor. ¡Oh amor grande, amor infinito, amor excesivo de mi Dios! ¿Qué es el hombre para que tanto le ames? La humildad y la obediencia son las alas que elevan a la cumbre de la perfección.

            Sobre la pobreza les explicaba: Hay que desocupar nuestro corazón de nosotras mismas, del amor a las comodidades, las propias satisfacciones, a las honras y a las ventajas propias.  Ustedes lo están probando, las trajo a la religión y el amor de Dios les ha hecho dulce la pobreza. Tendrán valor y esfuerzo en el camino de la vida que les llevará al cielo que es la Patria; les recuerda constantemente que no desfallezcan en el senda de la perfección que con tanta ilusión empezaron en los primeros días de su vocación y que permanezcan firmes en el deseo de amar a Dios, y por último aconsejaba a sus hijas que por mar o tierra, que con conventos o sin ellos arribaran a la más alta perfección sin estar deseando otro apostolado.

            Así anhelaba Fray Refugio que fueran sus hijas: obedientes, humildes, pobres, candorosas y puras, estudiosas, pero sobre todo amantísimas de Cristo, hasta merecer llevar en lo más hondo de su corazón sus sagradas llagas.

LABOR FORMATIVA DEL PADRE FUNDADOR




            Su labor formativa espiritual la basó en los siguientes puntos básicos:

1.    Dar buen ejemplo y mostrarse siempre como cumplido religioso, hijo fervorosísimo del Seráfico Padre San Francisco;
2.    En adoctrinar moral, espiritual y religiosamente a sus hijas, tanto internas como externas, mediante pláticas que les impartía tres veces por semana;
3.    Las reunía cada domingo para tener con ellas un día de retiro espiritual;
4.    Las confesaba una vez por semana, y les daba dirección espiritual individual, una vez por mes;
5.    Procuraba ayudar y bienhechores al Instituto.
6.    Práctica de las obras de misericordia.

            Siempre optimista albergaba una gran esperanza en el futuro de sus hijas;  de las que Dios se serviría para renovar el espíritu religioso aún cuando todavía por las circunstancias adversas de México tenían que vivir ocultas.

            A los 20 años de haber iniciado su obra, viendo Dios que ésta podía caminar por sí sola, el Señor lo recogió. Eran las cuatro y media de la tarde del viernes 13 de abril de 1894.

            La presencia de nuestro querido Padre Fundador, para el crecimiento de la planta que había sembrado en el jardín seráfico mexicano y en la que empezaban a brotar los capullos, no era necesario en el plan de Dios de donde procede todo bien. Dios lo llamó al Reino de los Cielos. Se alejó de la tierra de la Virgen Morena, ya que su espíritu y carisma había sido aprisionado por 28 jóvenes religiosas mexicanas.









2 comentarios:

  1. Anónimo21.8.13

    Creo que sería mejor si publicaran deprimero los datos Biográficos desde que era Niño,pero está Chévere.

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  2. Anónimo8.9.13

    viva el colegio zumarraga acapulco¡

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